
Para comprender la situación de
los oprimidos en toda sociedad de explotación (esclavista, feudal, capitalista)
emplea Marx el concepto de alienación (enajenación, extrañamiento). Toma esta
noción de Hegel, que la había utilizado para explicar el proceso por el cual la
Idea pone la Naturaleza, es decir se pone a sí misma como lo absolutamente otro,
se enajena. Marx hace una interpretación materialista de dicha noción puesto
que, para él, el sujeto de la alienación no es el Espíritu o Dios sino el
hombre, y la causa de la misma no es teológica sino económica y política: la
alienación es la condición histórica en la que se encuentra el hombre
consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad
privada aliena al hombre porque lo transforma de fin en medio, de persona en
simple instrumento para la producción, ignorando sus necesidades, exigencias y
dignidad. En el sistema de producción capitalista el hombre se hace cosa,
mercancía, usada por el propietario de los medios de producción como un simple
instrumento más en la cadena de producción de bienes. En el trabajo, el hombre
se enajena, no es dueño, de sus propias facultades creadoras ni de los objetos
de su trabajo, que se convierten en seres ajenos y llegan a dominarlo. La
preocupación esencial de Marx no fue la desigualdad en la riqueza sino la
liberación del hombre de un tipo de trabajo que lo transforma en cosa y lo
convierte en esclavo de las cosas. Su crítica de la sociedad capitalista se
dirigió principalmente a su modo de producción: Marx suponía que la enajenación
del trabajo, aunque existente a lo largo de toda la historia, alcanza su cima en
la sociedad capitalista y que la clase trabajadora es la más enajenada. Marx no
se limitó a reivindicar la emancipación de la clase trabajadora, sino que buscó
la emancipación general del ser humano, y la creación de un orden social en el
que el hombre, y no la producción de cosas, sea el fin.
El materialismo histórico
entiende que el hombre es un "ser de necesidades", desde las más elementales
como la comida, la ropa, la casa, hasta las más refinadas como las culturales.
El “trabajo” o “actividad productiva” crea los bienes necesarios para la
satisfacción de dichas necesidades, y constituye la actividad principal del
hombre y la base de toda vida social, de su organización y de su historia. La
producción de bienes está condicionada por "las fuerzas productivas" (las
riquezas naturales y los conocimientos y las técnicas utilizadas en la
producción). A un determinado estado de desarrollo de las fuerzas productivas,
corresponde un tipo concreto de "relaciones de producción" (relaciones entre los
hombres con miras a la producción). Las relaciones de producción son "relaciones
de propiedad", relaciones de trabajo entre propietarios de las fuerzas
productivas y no propietarios, entre "explotadores y explotados" entre clase
dominante y clase dominada. Según el modo de producción y las relaciones
sociales que de él se derivan, así será la estructura social. Las clases
sociales quedan definidas por las relaciones económicas entre las personas: son
la expresión de la propiedad o no de los medios de producción y de la capacidad
adquisitiva. En las sociedades clasistas, una de las clases será explotadora y
otra, la compuesta por los trabajadores, la explotada; así en la Antigüedad
había amos y esclavos; en la Edad Media señores y siervos, y en la Edad Moderna
capitalistas (burguesía) y proletarios.
El motor de la historia, el
cambio social, se basa en la existencia de una sociedad escindida: es el
enfrentamiento entre explotadores y explotados, el afán de dominio de una clase
y los intentos de liberación por parte de la otra. Este enfrentamiento es
inevitable e independiente de las voluntades y conciencias de los individuos. A
su vez, la existencia de dichas clases antagónicas tiene como origen el distinto
desarrollo técnico y económico con el que los hombres han intentado resolver los
problemas de supervivencia, y ha dado lugar a las luchas de clase y
enfrentamientos entre explotadores y explotados; pero, según la concepción
optimista y utópica de Marx, esta oposición no es ineludible ni se ha de
mantener hasta el fin de la humanidad: es posible y necesaria la transformación
de la sociedad y ello mediante una acción y proceso revolucionario que elimine
la propiedad privada y suprima las clases sociales. Las etapas de este proceso
serán la "dictadura del proletariado" (el proletariado toma el poder, quita a la
burguesía sus privilegios económicos y políticos, y se hace con los grandes
medios de producción); el socialismo (período de gran desarrollo de los medios
de producción y de la riqueza social, que será administrada por el Estado, en
representación de los intereses de toda la sociedad) y el comunismo (culminación
del proceso revolucionario; época de abundancia, de plenitud y libertad, en la
que habrán desaparecido definitivamente las clases y también el Estado).
4.
Alienación e ideología
El marxismo afirma que la base
real de la sociedad es la base económica, los medios y las fuerzas de producción
(la infraestructura); mantendrá también que a consecuencia de la alienación
económica las organizaciones políticas, jurídicas y las concepciones del mundo
(religiones, moral, ciencia, filosofía, arte) (la superestructura) no responden
a una dinámica propia, independiente, sino a los intereses de clase de los
grupos que las han creado. En un sentido general, se llama ideología, al sistema
de representaciones (imágenes, ideas, conceptos, teorías), con el que la
sociedad intenta explicar y describir la realidad. Pero dichas ideas o
representaciones pueden hacerlo de un modo adecuado y verdadero, o, por el
contrario, de un modo falso, que es precisamente lo que ocurrirá en las
sociedades de explotación. Así, en Marx el término "ideología" tiene un
significado más restringido y preciso: conjunto de "ideas" que dan una imagen o
representación falseada y falsificadora de la realidad y de las condiciones en
que se desarrolla la vida de los hombres. Para el marxismo, lo que piensan los
hombres, sus representaciones o ideas (su ideología), es un producto de la
sociedad en que viven, es "un producto social"; además, la ideología tiene un
sentido básicamente negativo, en cuanto "ideas" falsas y falsificadoras;
finalmente, los contenidos ideológicos de la conciencia (la religión, la
filosofía, la moral, la política, etc.) ni tienen sustantividad propia ni su
propia historia y desarrollo.
Puesto que la ideología tiene
como función ocultar, deformar o justificar la situación de alienación que el
hombre vive en un momento histórico, la crítica marxista de las ideologías es
una consecuencia de la crítica más general a la alienación del hombre. Un claro
ejemplo de la actitud crítica de Marx ante las producciones ideológicas lo
encontramos en sus ideas relativas a la religión: dado que no existe Dios,
afirma, la aparición de la religión es una consecuencia de la vida humana, y, de
acuerdo con sus planteamientos generales, ligada a la explotación del hombre por
el hombre. Para Marx la crítica a la religión es la premisa o preámbulo de toda
crítica: la religión es alienación al proyectar al hombre fuera del mundo real
finito, único existente, en un mundo ficticio e ideal. Además, la religión no
sólo es alienación de cada hombre individual, sino instrumento de la clase
dominadora para oprimir a los dominados: primero, al justificar teológicamente
la división social que provoca la alienación, la explotación existente; y, en
segundo lugar, al ofrecer “paraísos” ficticios en los que los hombres pueden
realizar su afán de justicia y felicidad, frenan la posibilidad de rebelión y de
su realización en este mundo, el único real y existente (la religión es el “opio
del pueblo").
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